La recompensa de una buena acción es haberla hecho.
A mis amigos y paisanos de Corcoya
En nuestro boletín informativo “El Nazareno” de marzo de 2005 dábamos a conocer como los vecinos del cortijo del Vado de la Choza, actual Badolatosa, se veían perjudicados a la hora de poder recibir cualquier tipo de culto religioso, todo ello debido a la inexistencia de una parroquia propia en el citado cortijo, por lo que debían trasladarse a Estepa para poder recibirlos.
Oídas las súplicas de los lugareños, el vicario don Alonso de Benjumea hizo realidad el deseo de nuestros antepasados el día 26 de febrero de 1623, a partir de esa fecha el cortijo del Vado de la Choza contó con su propia Pila Bautismal solucionando los perjuicios que ocasionaban a los vecinos el trasladarse hasta Estepa.
Ciertamente los perjuicios se terminaron, pero no para todos los vecinos. Corcoya dependía de Badolatosa y no contaba con Pila Bautismal por lo que los aldeanos en lo único que se vieron favorecidos fue en la reducción de la distancia, que en lugar de trasladarse a Estepa lo harían a Badolatosa, aunque algunos lugareños seguían trasladándose a la cuna del mantecado. Fé de ello es el bautizo de María Ramona Medina Salasar el día 6 de septiembre de 1777 en la iglesia parroquial de San Sebastián de Estepa. María Ramona nació el día 6 de septiembre y sus padres Pedro y Rosalía, naturales de Corcoya y Alameda respectivamente, decidieron a pesar de estar más distante bautizarla en Estepa y no en Badolatosa.
Situados en el siglo XVIII, la aldea de Corcoya aprecia un ligero crecimiento demográfico (ver gráfico), por lo que lógicamente aumentaba la demanda de los servicios religiosos que necesitaba la población.
La “media legua” de distancia de camino que separaba Corcoya del Vado de la Choza (por decir que existía camino), se encontraba en lamentable estado de conservación, un áspero sendero entre cerros que se veía agravado aun mas en invierno con la llegada de las lluvias lo hacía prácticamente intransitable. Por esta causa eran muchos los vecinos de Corcoya que morían sin poder recibir los Santos Sacramentos de Penitencia y Extremaunción.
El santuario de la Virgen de la Fuensanta se hallaba “decentemente adornado de todo”, residiendo “perpetuamente” un capellán-sacerdote dado que dicho santuario reunía todas las condiciones. Esto tuvo gran parte de influencia para que el vicario don Domingo Antonio Portillo oyera las súplicas de los feligreses, que considerando ciertos los perjuicios y siendo de legítimas en derecho aprobó erigir en parroquia el santuario de la Virgen de la Fuensanta el día 19 de marzo de 1783.
Con motivo de éste acontecimiento se celebró una misa y posteriormente una procesión con el Santísimo Sacramento en la que asistieron además de los aldeanos, gentes venideras de distintos pueblos cercanos. Una vez finalizada la procesión el Señor Sacramentado fue depositado en el Sagrario del Altar Mayor, bendiciendo la Pila Bautismal y colocando los Santos Oleos en Custodia, nombrando el vicario en ese mismo momento a don Juan de Lara cura del santuario de la Virgen de la Fuensanta también para Corcoya, pudiendo administrar en el citado santuario a los “feligreses de Corcoya los Santos Sacramentos” concurriendo a los derechos parroquiales que hasta la fecha se le hacía al titular de la de Badolatosa.
Una vez erigida en parroquia el santuario de la Fuensanta se pasó a celebrar el primer servicio religioso realizado en Corcoya, éste fue el bautizo del niño Juan Joseph Chacón Botello, hijo de Antonio y de María Ramona que nació en este mismo día.
Este privilegio del santuario podría verse afectado hasta que en el casco urbano de Corcoya existiese o tuviese un templo en el que poder realizar los Ministerios Sagrados y por conveniencia y comodidad de los lugareños.
Corcoya ya contaba con Pila Bautismal, pero los feligreses seguían descontentos continuando con sus quejas y súplicas al vicario. La “media legua” de distancia hasta Badolatosa quedó reducida hasta la ermita, pero la estrecha vía de acceso que la unía hasta Corcoya se encontraba en un estado muy lamentable de conservación que se agravaba aun mas durante el invierno con la presencia de las aguas pluviales haciéndola intransitable. Esto ocasionaba la falta de asistencia al templo por parte de los feligreses para oír misa, quedándose en el edificio que existía en el casco urbano no reuniendo éste las condiciones religiosas exigidas, por lo que el capellán de la ermita don Nicolás Therán Quevedo informó al vicario don Pasqual Fita Carrillo de todo ello, quien atendiendo a los deseos de los moradores de Corcoya ordenó dar cuenta de todo al marqués de Estepa para que dispusiera reedificar el edificio existente en el casco urbano el día 25 de octubre de 1787.
Corcoya fue el último núcleo urbano dentro de la Vicaría de Estepa donde se erigió una parroquia hasta la supresión en el año de 1874.