Hace casi 30 años abrió en Granada un bar singular, que en nada o casi nada se parecía a los que poblaban la ciudad. Ubicado en la calle Pintor López Mezquita, donde se mantiene como si el tiempo no lo hubiera rozado, por aquel entonces el local, en el que se leían poemas y se bailaban tangos, estaba a pocos metros de una huerta en la que se plantaban lechugas, hoy convertida en la popular Plaza Einstein de Granada.
La Tertulia fue la creación de un argentino responsable de un grupo de izquierda revolucionaria cuando tuvo lugar el golpe de Videla. En 1976, no tuvo más remedio que exiliarse a Suecia, donde vivió tres años. Horacio Rébora, Tato para los amigos, viajó a Granada con la idea de abrir un bar cultural. Diez días después de su llegada ya tenía el local y el 19 de abril de 1980 lo inauguraba de manera discreta, sin imaginar que pronto alcanzaría una notoriedad que lo ha convertido en escenario privilegiado de la historia cultural de la ciudad.
Por este motivo, por su labor en la promoción de la cultura, la Junta ha concedido a este bar, que ha sido capaz de ensanchar sobremanera los límites semánticos de esta palabra, una de las banderas de Andalucía. "Resultará extraño que un bar haya sido merecedor de un premio así. No sé si lo hemos merecido, pero en La Tertulia han pasado muchas cosas. A mí me hace sentir muy orgulloso", explica Tato Rébora.
Originariamente, La Tertulia fue un bar librería. Pronto empezaron a aparecer por allí y a convertirse en clientes fijos (tal vez habitantes sería una palabra más apropiada) algunos jóvenes poetas. Acompañados por su maestro, el profesor Juan Carlos Rodríguez, los poetas Javier Egea, Álvaro Salvador y Luis García Montero idearon allí el manifiesto de La Otra Sentimentalidad, que fue importante en la poesía española de la época.
La Tertulia, convertido ya entonces en un lugar de reunión, en un "bar de rojos y conspiradores" en el que se hablaba de literatura y se escribían versos, comenzó a organizar presentaciones de libros, recitales poéticos, conciertos de cantautores... Casi toda la Generación del 50 se sentó en sus mesas y leyó allí sus poemas. Jaime Gil de Biedma y Ángel González mantuvieron desde entonces una estrecha relación con Granada, y los dos regresaron a La Tertulia hasta que se les cruzó la muerte.
También músicos como Joaquín Sabina, Enrique Morente o Miguel Ríos han sido y son habituales de su barra. Los escritores José Agustín Goytisolo, Mario Benedetti, José Manuel Caballero Bonald, Claudio Rodríguez... y Rafael Alberti. Sin duda, el nombre de Alberti está grabado en las paredes de La Tertulia del mismo modo en el que su "ya entré en Granada" se clavó en la ciudad.
En 1982, Alberti regresó a la ciudad de su amigo Federico García Lorca y ofreció una multitudinaria lectura de poemas en una plaza. Ya por la noche, volvió a leer sus poemas en La Tertulia, en un ambiente mucho más íntimo, donde firmó libros a cientos de admiradores. La foto que muestra a Alberti recitando con los brazos abiertos refleja un instante de aquella lectura, una de las más recordadas en la historia reciente de Granada.
Desde su fundación, La Tertulia ha tenido un importante componente literario, si bien no ha sido el único y han existido diferentes fases. Hoy está tomada casi por completo por los cantautores. La canción de autor ha ido comiéndole terreno a la literatura. Desde que el poeta Daniel Rodríguez Moya dejó de hacerse cargo de su programación literaria, por la que pasó la mayor parte de la poesía española contemporánea, en el local han sonado más las guitarras que los versos.
"Antes de que eso ocurriera, en La Tertulia se pudo vivir la literatura de una manera mucho más viva que en cualquier clase de la Facultad de Letras", comenta Rodríguez Moya. Con todo, la poesía de Alberti sigue latiendo en el bar con la intensidad de lo irrepetible.
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