¡COMO UNO NO SEPA REÍRSE DE SÍ MISMO, APAÑADOS VAMOS...! Harto de ir al médico, día sí y día también, un gran amigo mío de Arroyo de la Miel, Antonio Martin Palma, me recomendó a un reumatólogo de prestigio. Voy a ese doctor y me llevo una radiografía lumbar que conservaba en casa.
Cuando entro en la consulta privada, fue sólo poner ante la lámpara esa que tienen para ver mejor la osamenta y dijo: ¿pero nunca le ha dicho un compañero que tiene usted ESPONDILITIS ANQUILOPOYÉTICA? -¡Joder! ¡Qué pedazo palabrón! Jamás he escuchado semejante enfermedad. Yo, pensando en voz alta, intentando descifrar qué significaba tal diagnóstico, me puse a susurrar: ESPONDILITIS, ni puñetera idea de lo que significa, pero ANQUILOOOOO, ANQUILOOOO..., vendrá de la palabra anquilosar, que significa soldar. - Eeeeso es..., dijo el doctor. - Y POLLÉTICAAAA, POLLÉTICAAAA. ( aún no sabía que se escribía con "Y").
Eso, ya, me preocupa mucho más, porque si ANQUILO es soldar y POLLÉTICA, tiene algo que ver con mis partes nobles, no quiero ni pensar que un día manteniendo relaciones con mi mujer, en vez de echar un quiqui, le eche una soldadura en el mollete. - No se preocupe tanto por el nombre, (me dijo el facultativo). Lo mismo que se llama ESPONDILITIS ANQUILOPOYÉTICA, también se llama espondilitis anquilosante.
Estupendo, doctor. Mejor me quedo con la segunda. Salgo de la consulta y me clava 10.000 pesetas. Sí, sí. De esas 10.000 pesetas que te hacían la ola en el Mercadona todos los empleados cuando te veían salir con tres carros llenos, con jamón incluido. Después del leñazo que me dio en la cartera por decirme dos palabras tan raras, me puse a pensar en la fortuna que podía haber amasado mi padre.
Mi padre tras haberse jubilado de la guardia civil puso una barbería y si cada vez que hacía un trasquilón y el cliente se quejaba, tendría que haber dicho: NO, NO CABALLERO. En su cabeza no hay un trasquilón.
Es una ALOPECIU AREATA MÍNIMUM. Imaginaros si mi padre hubiese cobrado 10.000 pesetas por decir esas palabras raras cada vez que te hacía un trasquilón, que no eran pocos al día. A veces, más de uno se llevaba tres o cuatro del tirón. Así es la vida. Si hubiera caído mi padre, ahora tendría yo tres cortijos.