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En Un Lugar del Mundo Existe un Pequeño Pueblo Llamado Badolatosa

En Un Lugar del Mundo Existe un Pequeño Pueblo Llamado Badolatosa

Asociado al Ateneo Histórico Cultural de los Pueblos.


Olores

Publicado por La dama del silencio activado 26 Julio 2012, 16:52pm

Etiquetas: #Librería

Olores. 25/06/2010

Aún era temprano cuando hoy he salido de casa, el sol bajaba sigiloso por los tejados y se colaba por las callejuelas que daban a la avenida. Era su luz tan intensa que he creído que me había equivocado de hora y llagaba tarde.

Las aceras, en sombra, invitaban a caminar por ellas, a esta hora de la mañana todos vamos ligeros y con paso seguro, la gran mayoría vamos cantando con nuestra prisa que no nos podemos recrear en el paso o, llegamos tarde al trabajo.

He llegado a un semáforo, y al detenerme, me han ofrecido tres periódicos y mis primeros buenos días. Las noticias se acumulaban en mi vista, el que hoy no está informado es porque no quiere. La compra de la prensa hasta hace poco era de unos pocos. Recuerdo a mi padre que acudía al café donde se reunía con sus amigos y se leía su periódico que le ponía al día en deportes y en lo que acontecía, y después, entre amigos, hacían sus comentarios y sus bromas.

A mí me mandaba mi madre, o iba porque yo quería, al bar que teníamos al lado de casa, y le avisaba de que era la hora de la comida. Nunca olvidaré el ambiente y el olor de aquel lugar. Tendría yo seis o siete años, recuerdo que mi padre me cogía y me sentaba en sus piernas, y entre y besos y risas, yo, con timidez, me refugiaba en sus brazos de las bromas de sus amigos tan queridos para mí. Siempre me ofrecía su tapa de boquerones fritos y calentitos.

Se reunían en una oscura habitación donde comunicaba con un patio pequeño que daba a la cocina y a los aseos, a aquellas horas del día, el sol ya había bajado al patio de la cafetería, y su luz se colaba de rendón por la puerta donde el humo y la luz se fundían formando una cortina que me gustaba espantar con las manos. El humo se movía dando tumbos mientras que el firme rayo de sol lo traspasaba con su luz. Con  aquella claridad las catas de vino se iluminaban en aquel redondo velador, o en la mano de mi padre, que después de un trago, su aliento pasaba por mi desarrollado olfato que empezaba a clasificar qué le gustaba y qué no le gustaba.

Me asomaba al patio, y allí, la mezcla de olores aumentaba. De la oscura y antigua cocina salía el humo y el olor de lo que se cocinaba y se freía, mientras que de los aseos el olor del pozo ciego cantaba más fuerte aún, y aquel agrio olor del agua de unos fregaderos que había en una vieja encimera de antiguos azulejos llenos de catas y vasos con restos de vino. No podré olvidar aquella combinación de olores que asoman a mi nariz cada vez que los recuerdo, nunca se fueron, están ahí, siempre presentes. Sabores. “Olores” que nunca olvidaré.

 

La Dama Del Silencio

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